Existe una tormenta invisible yaciente en nuestro entorno, no obstante las edificaciones están más destruidas de lo normal.
A pesar de la lluvia que actuaba en cántaros y la tempestad era muy fuerte, la pantalla me sonrió amablemente devolviendo el saludo. Las canciones en mi lista de reproducción se volvían cada vez más interesantes, canciones que nunca antes había escuchado, recuerdos que aún no había olvidado.
No era sorpresa que los lugares se limitasen al pasar el tiempo, mientras que los momentos tendían a duplicarse. Así pasó todo, era una perpetua e inimaginable conexión color oliva. Aquello no muy humano permanecía sentado todas las noches mientras dormía, mientras comía, mientras me divertía... historias de amanecer y tristezas de atardecer, lo que sólo una serie de circuitos podría entender.
Un libro que aún no ha sido culminado permanece en exhibición, presiento que leerlo será una gran aventura.
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