Mi madre bajó al sótano y encontró dos historias.
Uno era de un anillo, brillante y pulcro . Había pasado por muchas repisas nombradas "Los mejores anillos del pueblo" . Con un diamante atado, cualquiera que lo viera se quedaría perdidamente atrapado en su brillo. Formado sin problemas y pulido con gratitud. Era la joya perfecta.
El otro anillo era de metal, o no; era difícil de descifrar. Parecía ser un material bastante duro pero no tan elegante. Oscuro, con grietas y relieve, conteniendo una piedra dentro de él. "Qué desperdicio de tiempo hacer este anillo" pensó "Si al final nadie lo querrá".
Al segundo, mi madre se percató de lo que había pronunciado y se avergonzó de sus pensamientos. Bajó la cabeza y se disculpó muy bajito a pesar de que no había nadie más en el lugar. Alzó la cabeza y notó que en medio de los dos anillos reposaba una hoja. La abrió delicadamente como si ésta se fuese a romper, y leyó lo siguiente:
"Las personas eligen diamantes debido a que es fácil pulir uno que está destinado a ser un diamante, pero nadie elige la roca, el material testarudo que raramente se vuelve brillo".
Acogida en sus penas estaba mi madre, una lágrima cayó, y luego fueron dos hasta convertirse en un llanto silencioso, doloroso... en medio de sus pensamientos susurró. "Querido hijo, conviértete en diamante por mi".
Uno era de un anillo, brillante y pulcro . Había pasado por muchas repisas nombradas "Los mejores anillos del pueblo" . Con un diamante atado, cualquiera que lo viera se quedaría perdidamente atrapado en su brillo. Formado sin problemas y pulido con gratitud. Era la joya perfecta.
El otro anillo era de metal, o no; era difícil de descifrar. Parecía ser un material bastante duro pero no tan elegante. Oscuro, con grietas y relieve, conteniendo una piedra dentro de él. "Qué desperdicio de tiempo hacer este anillo" pensó "Si al final nadie lo querrá".
Al segundo, mi madre se percató de lo que había pronunciado y se avergonzó de sus pensamientos. Bajó la cabeza y se disculpó muy bajito a pesar de que no había nadie más en el lugar. Alzó la cabeza y notó que en medio de los dos anillos reposaba una hoja. La abrió delicadamente como si ésta se fuese a romper, y leyó lo siguiente:
"Las personas eligen diamantes debido a que es fácil pulir uno que está destinado a ser un diamante, pero nadie elige la roca, el material testarudo que raramente se vuelve brillo".
Acogida en sus penas estaba mi madre, una lágrima cayó, y luego fueron dos hasta convertirse en un llanto silencioso, doloroso... en medio de sus pensamientos susurró. "Querido hijo, conviértete en diamante por mi".
Y esa fue la primera vez que sentí los golpes de la batalla por la cual mi madre había estado luchado desde siempre.
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